Proclama a miña alma a grandeza do Señor,
alédase o meu espírito en Deus o meu Salvador”








8.11.08

V Semana de la Familia en A Coruña

Homilía del Sr. Arzobispo en la clausura de la V Semana de la Familia

en la Parroquia de Nuestra Señora de los Rosales de A Coruña

Doy gracias al Señor por todas las queridas familias que os habéis reunido aquí y también por tantas otras que hubieran deseado participar en esta Eucaristía. Os saludo y expreso mi gran afecto y agradecimiento, de manera especial a los sacerdotes y a los laicos que han contribuido a la realización de esta Semana de la Familia.

La liturgia celebra hoy la fiesta de la dedicación de la Iglesia-madre de Roma. La basílica lateranense dedicada al divino Salvador señala el paso de las catacumbas al esplendor de las basílicas. Es ocasión para preguntarnos sobre el significado mismo de la Iglesia-edificio en el que nos reunimos todos los domingos y para considerar que representa para la liturgia y para la espiritualidad cristiana la dedicación de una Iglesia como lugar de culto.

Recordamos aquellas palabras del Evangelio en que se nos dice: “Ha llegado el momento en que los adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad porque el Padre busca tales adoradores”.

Jesús quiere romper con esta especie de círculo estrecho en torno a Dios. A los discípulos Jesús les enseñó que el templo de Dios es primordialmente el corazón del hombre que ha escuchado su palabra: “Vendremos a él y haremos morada en él”. ¿No sabéis que sois el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

Templo nuevo de Dios es el creyente; donde dos o más se reúnen en su nombre. También la familia cristiana, la iglesia doméstica, pequeño templo de Dios gracias al sacramento del matrimonio, es el lugar por excelencia donde dos o más se reúnen en su nombre.

El templo de Dios es santo. Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá”.

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