Proclama a miña alma a grandeza do Señor,
alédase o meu espírito en Deus o meu Salvador”








9.11.06

12 de noviembre: Día de las personas sin techo

Carta pastoral de D. Julián Barrio Barrio

Queridos diocesanos:

Este domingo se nos llama a recordar de manera especial a las personas sin techo con el lema: ?Sin techo, sin derechos. Hoy también duermo en la calle. A la sociedad le falto yo?. Ciertamente, el mensaje espiritual no puede transformarse en una instancia terrena pero la Iglesia está llamada a recorrer el camino del hombre con la gracia de Cristo y con la luz del Evangelio que pone ante nuestra consideración el plan de salvación y la dignidad del hombre. La jornada dedicada a los sin techo es una oportunidad propicia para avivar nuestra sensibilidad sobre la situación de tantas personas sin hogar: jóvenes y adultos, de nuestro entorno e inmigrantes, personas afectadas también por agresiones cada vez más frecuentes, reivindicar sus derechos y asumir el compromiso de acciones que contribuyan a transformar la realidad que pesa dramáticamente sobre estas personas.

Llevan en su frente la señal de la tragedia de no tener un alojamiento digno, estable y adecuado. Es el triste espectáculo de quienes se esfuerzan por sobrevivir sin hogar, obligados a dormir en la calle, en centros de acogida con sus diferentes modalidades, en alojamiento precario, o en edificios que no reúnen unas condiciones de habitabilidad. ?La falta de vivienda, que es un problema en sí mismo bastante grave, es digno de ser considerado como signo o síntesis de toda una serie de insuficiencias económicas, sociales, culturales o simplemente humanas; y teniendo en cuenta la extensión del fenómeno, no debería ser difícil convencerse de cuan lejos estamos del auténtico desarrollo de los pueblos? .

Personas excluidas

Los sin techo son personas excluidas, expuestas a la violencia y estigmatizadas por su condición de pobreza, que dejan de existir para la sociedad y, en no pocas ocasiones, se les trata de recluir, ignorándolas las estructuras sociales, las administraciones públicas, las nuevas tecnologías y las relaciones personales porque estéticamente no dan buena imagen. Se sienten ausentes de la sociedad cuando en realidad debería ser la sociedad que formamos todos, quien notara dramáticamente la ausencia de ellas. Ni institucional ni individualmente se debe olvidar que hay que garantizar los derechos sociales básicos como la vivienda, el empleo, la educación y la protección social, transformando las dinámicas sociales de endeudamiento, exclusión y deshumanización que impiden la atención debida a las personas y el desarrollo integral de las mismas.

Datos para el discernimientoSon necesarios los análisis pero no debemos perdernos en ellos. Unas treinta mil personas en España están sin techo, mientras doscientas setenta y tres mil residen en infraviviendas. Es evidente la dificultad que padecen de manera especial los jóvenes para acceder a una vivienda digna que es un derecho y no un privilegio. En no pocos casos conseguirla supone vivir hipotecados en todas las dimensiones de la vida. En este sentido, hay que recordar que sólo un 40,9% de la población joven está emancipada en España y que los jóvenes con menos de 25 años tienen menos posibilidades de acceder a la vivienda por la temporalidad, precariedad y paro en su situación laboral. Lo cierto es que ?estar sin techo no es una cualidad o una condición de algunas personas, es una situación a la que se llega por una serie de circunstancias que se encadenan; nadie está a salvo de llegar a ser persona sin hogar si se dan las circunstancias coincidentes necesarias?.

Nuestro compromisoLos pobres son la opción preferencial de la Iglesia. La atención y la caridad con los que sufren son el testimonio evangélico al que el mundo es más sensible. La fe en Cristo muerto y resucitado nos compromete a ser protagonistas de la historia con el testimonio de una vida fundamentada en la verdad, la justicia, el amor y la fraternidad. Como cristianos estamos llamados a responder a las necesidades de los demás, pues nada que afecte a los demás nos puede ser ajeno. Este compromiso nos lleva a trabajar por el bien común que, en este caso, es incompatible con la especulación económica en el ámbito de la urbanización, construcción y venta de viviendas, que beneficia a unos pocos a costa de muchos. Hay que asumir la propia responsabilidad en la sociedad en que vivimos y no legitimar realidades como la situación de las personas que no tienen un hogar digno. No es buena la indiferente resignación y es injusto considerar como normales las situaciones que no lo son.

Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela

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